Wednesday, July 4, 2007

Si el pájaro es de buen aguero, sacate el sombrero!

(Parte 2 de 3)

Mi principal objetivo era recompensar los esfuerzos de estudio de mi hija Christine en forma comparable a la excursión por la península del Yucatán realizada con mi hijo unos años antes. También tenia otros objetivos personales que incluían visitar la tumba de uno de mis primeros héroes, Galileo, y confirmar que efectivamente el gran hombre había una vez existido; poder estrecharle en un abrazo a un antiguo compañero que no veía en mucho tiempo; y conocer personalmente a la amable Marisa. Me sentía como un … ¡SúperAlberto!

Cada día de nuestro viaje veía en los ojos de Christine como se iba cumpliendo mi principal objetivo. Después de confirmar con mis manos la pasada existencia del gran Galileo y recuperado de la extraordinaria contemplación del David, volvió con urgencia el llamado de mis otros objetivos, y con renovado entusiasmo emprendimos la marcha por tren hacia España a través del sur de Francia.

El cansancio y las distracciones nos volvieron descuidados y no pudimos aguantar el sueño. Cuando despertamos en la siguiente madrugada descubrimos que nos habían robado todos los bultos de mano, con cámaras de foto y videos, dinero, pasaportes, documentos… todo perdido. Me quedaba solamente la billetera en el bolsillo con suficiente dinero para pagar un taxi y mis tarjetas de crédito. Afortunadamente, ya teníamos las reservaciones de hotel y auto en Barcelona, y como buen SúperAlberto, decidí no permitir que los malhechores argelinos me robaran también la satisfacción de nuestro viaje. Recorrida la Barcelona y sus bellezas, continuamos viaje hacia Alicante, donde José (el Dr. Jose Nelson Ru Ceballos) y Edith ya nos estaban esperando.

Fue muy gratificante el encuentro con José y Edith, quienes nos recibieron con una cordialidad y generosidad abrumadora.

Jose, Edith, la "gallejita" y yo. Christine tomo la foto estrenando la camara nueva.

Antes de nuestra partida desde Washington, yo había contactado al gringo Picotto en Alemania, expresándole mi deseo que nos juntáramos con José, y quede con la impresión que se nos uniría. Lamentablemente, por razones que aun desconozco, el Gringo no pudo acudir a nuestra cita. Nuestra primera velada con la familia Ru es una de las memorias que me llenara de alegría cada vez que pase por algunos de esos ocasionales episodios de melancolía.

“Che Turco” me dice José, “vamos a poner a la “gallejita” (su simpática y bella nieta) a dormir con Edith, a Christine en esa habitación, nosotros dos dormiremos en la pieza de huéspedes, así hablamos macanas y recordamos viejos tiempos”. Yo encantado—y agradecido—acepte la proposición.

Lo que me llamó mas la atención fue la mirada atenta y una sonrisa a punto de convertirse en carcajada de José, como si estuviera esperando que ocurriera algo…Mientras conversábamos animadamente, me encontré luchando con la cama tratando de encontrar una posición confortable, pero tratando también de ocultar mi incomodad al amigo que me había recibido con tanto cariño y amabilidad. Como lo reconociera en una nota anterior, hay detalles y experiencias pasadas que se caen de nuestra memoria, y la risa de José me hacia sospechar que él sabia de algo que yo ya no recordaba...

No recuerdo en que momento nos dormimos, ni quien se durmió primero, lo que si recuerdo es despertar entumecido, con las piernas dobladas en posición fetal…

“Jajajajaja…. ¡¿No te diste cuenta Turco que te hice la cama turca?!”

Esforzándome en estirar las piernas, en ese momento me dije que algún día, ¡tomaría mi venganza! Y ese día llegaría con la ocasión que se presentó tiempo después, cuando realizamos ese fantástico viaje con César. Pero eso es material para el próximo capitulo de esta historia.

El tiempo con José y Edith pasó demasiado rápido, y con la preocupación de obtener nuevos pasaportes. En ruta hacia Madrid, pasamos por Murcia para conocer personalmente a Marisa, quien nos recibió con una cordialidad y atención solo superada por la de los amigos que dejábamos en Alicante.

Con los años y la distancia, perdí contacto con Marisa, pero no olvidare su gazpacho, su sonrisa, y ese acento murciano que hacia un deleite de la conversación. Donde te encuentres Marisa, que te alcancen mi recuerdo y mi agradecimiento.

En Madrid pudimos tramitar nuestros pasaportes y regresar satisfechos a nuestro hogar.

Abrazos a todos, y mi recuerdo muy especial para José y Edith!

Alberto

(Continuara…)


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