Friday, July 13, 2007

Gratificaciones inmensurables: Encontrar y ser encontrado.

Encontrar…

Desde que comencé a pensar por primera vez en emigrar a Estados Unidos lo sabía. En conversaciones con parientes había podido bosquejar la historia de esa prima de quien me quedaba solo una vaga memoria. “Hace años que vive en Canadá” —me dijeron sin precisar exactamente donde—“no te puedo decir nada mas.”

Deseaba encontrarla, saber más de ella, conocer si existían algunas motivaciones comunes entre su emigración y la mía. “Vive en Toronto” —me informa finalmente mi primo Raúl—pero desconozco su dirección.”

Eso fue suficiente para fijarme la misión de buscarla. Pero pasarían algunos años hasta tener la oportunidad de hacerlo, y cuando llegó, emprendí con mi esposa la marcha desde New York hacia el norte, en mi primera adquisición motorizada—un fiel Dodge dorado que tiempo después, ya en sus ultimas pistoneadas, me resultaría casi imposible desprenderme de él.

Mi fiel Dodge

Toronto es una hermosa ciudad, con una población diversificada y multicultural, compartida entre locales, y chinos, italianos, hispanos, negros, filipinos y otros inmigrantes del sudeste asiático. Llegados al hotel, la primera acción fue tomar con ansiedad una guía telefónica y buscar el nombre familiar de mi prima, pero ninguno de sus apellidos figuraban allí. ¿Me habrían dado mala información? Cuando la operadora de Información explicara que la familia Vianno mantenía su número telefónico privado, se hizo evidente que ella seleccionaba a quienes les permitía contactarse.

Edificio de la Municipalidad de Toronto

No podía regresar con la misión incumplida. Mas decidido que antes, me dirigí al destacamento policial del área, donde me confirman que algunos usuarios desean compartir su teléfono solo con algunas personas, y que si yo no era una de ellas, no me seria posible establecer contacto. Explicándole al oficial de turno mis intenciones y el camino andado para realizarlo, le pedí que llamara él mismo a la señora Vianno, y dándole mi identidad, le preguntara si querría recibirnos.

“Si señor”—me informó con una atenta sonrisa el policía canadiense—“su prima lo esta esperando, esta es la dirección…” dándome acto seguido instrucciones para llegar hasta el lugar.

Nuestro encuentro fue poco hablado, y por lo menos de mi parte, bastante emotivo. Desde ese momento, con Adela y su familia--en especial su hija Adelita y su esposo Jorge—desarrollamos una relación que desbordó el lazo familiar hacia ese nivel donde con lagrimas y risas residen la amistades perdurables.

Un "turco" mucho mas joven, con Adela en Toronto.


Ser encontrado…

De ella también sabía. Y también la había buscado y encontrado, pero sin lograr verla ni conocerla, ni siquiera saber su nombre. Su imagen ideal y trozos de una historia a la vez trágica y sublime, quedarían por casi 30 años latentes debajo de mi conciencia.

Los detalles de fecha y hora escapan mi memoria, pero puedo revivir la emoción del momento. Yo ya estaba en cama, tal vez mirando las noticias… con mi segunda—ahora también ex— durmiendo a mi lado, cuando comienza a sonar el teléfono…

Tampoco puedo recordar el dialogo exactamente, pero “siento” que fue algo como:

--Hola… ¿con la casa del Sr. Halac?

--¡¿Si…?!

--Soy Karina…

…e inmediatamente, como empujado por un súbito brote de adrenalina supe quien era!

--…soy la hija de tu hermano Carlos…

Como dije, no recuerdo esa nuestra primera conversación—y creo que no podré recordarla jamás—casi 30 años de historia se agolparon en mi cabeza traídos por esa dulce y adorable voz que me llegaba desde tan lejos…

Hicimos planes para conocernos, y eventualmente tuve la alegría de tenerla cerca mío en mi hogar, y abrazarla, y conocerla, enredarla con sus primos, y disfrutar su compañía, y escuchar su historia, y contar la mía…

Karina entró inmediatamente en ese iluminado recinto de nuestros sentimientos que llega hasta las raíces, junto a mis hijos. Ella nos trajo ese gran muchacho Alejandro—su esposo—, y hoy me esta dando la indescriptible felicidad de su afecto y de ver sus vidas extendiéndose hacia el futuro con la pequeña Catalina, como mis hijos han comenzado a hacerlo con el pequeño Eric.

Karina y Catalina.

Si lees esta nota Karina… “Please take notice: I love you!”

Es por estas dos experiencias entre otras que una vez dije que amistad incluye aquellas personas que se cruzan accidentalmente en nuestro andar, y también ese raro espécimen familiar que desborda los lazos de sangre y se abre como verdadero e incondicional amigo.

Esta no ha sido una nota fácil de escribir, espero que puedan disimular los defectos que pueda contener.

Un abrazo a todos,

Alberto

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