Wednesday, June 27, 2007

Dime con quien andas y te diré quien eres…

…era una de las frases favoritas de mi madre para prevenirme de las posibles consecuencias de las malas compañías. Una no demasiada aventurada opinión al recordar las relaciones de mis años verdes en ese Barrio Seco ya desaparecido donde me crié.

A través de los años, por los lugares donde he caminado, muchas personas pasaron por ese espacio de nuestra conciencia donde se detienen aquellos que despiertan nuestra capacidad de amistar, pero recién ahora, en reposo, puedo confirmar sin dudarlo que lo mas importante no son las personas que “pasan”, sino las que quedan—porque hay un poco de cada una de ellas dentro de mi. Estoy absolutamente seguro que mi vieja estaría orgullosa de las amistades que han “quedado” en mi vida.

Tan vez debería aclarar que mi concepción de amistad no incluye solamente aquellas personas que se cruzan accidentalmente a nuestro andar; sino que también incluye ese raro espécimen en las relaciones familiares que desbordan los lazos de sangre y se abren como verdaderos e incondicionales amigos.

Mientras mi intención es hacerles conocer a todos ellos, confieso que comienzo con bastante hesitación, ya que el orden en el que los iré presentando no refleja ninguna escala de preferencia, sino la disponibilidad de una foto, o el recuerdo de alguna anécdota.

Aquí en la computadora escribiendo esta nota, la primera ocurrencia es instantánea e inevitablemente asociada a la computadora, y asociada a las relaciones entre los sexos facilitadas por la computadora… lo que me recuerda una reunión con amigos entrañables de mis años estudiantiles donde uno de mis antiguos compañeros trataba de convencerme sobre las conveniencias de los sitios internéticos para encuentros virtuales con seres del sexo opuesto.

Por mi parte, solo puedo atestiguar por mis propias experiencias en Internet, donde parece haberse creado el deposito internacional de las pasas de uva con reclamos de frescura duraznal. No importa desde donde se registren, detrás de cada “yo soy” y cada “yo busco” parece esconderse alguna momia delirante re-encarnada en un tronco de parra con muy mala memoria.

Cómo mi viejo y querido amigo mantiene su entusiasmo por “las damas de Internet” es algo que no pude descubrir, aunque podría mantener algunas conjeturas muy para mis adentros, a juzgar por su mirada ansiosa cuando me aconsejaba…
No voy a decir quien es, solamente que es uno de los turros que aparecen en esta foto, en la ultima vez que tuve el placer de reunirme con ellos.

Un abrazo.
Alberto


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