Saturday, March 25, 2023

“y fui en busca de un hombre sabio,”



“y fui en busca de un hombre sabio, primero entre los políticos; después entre los filósofos; y lo que encontré fue tener una ventaja sobre ellos, porque yo no tenía presunción de lo que sabia. (…) los artesanos tenían, si, algunos conocimientos reales; pero también creían saber sobre cosas que estaban más allá y por encima de ellos (…) esta búsqueda me trajo muchos enemigos y trajo muchos odios…


Al comienzo de su carrera después de la exitosa presentación de la serie televisiva “Raíces”, el conocido actor/director LeVar Burton tomó la causa de una población africana en Guyana que desde el siglo XVII vivía aislada de las sociedades modernas. Estos descendientes de esclavos negros que pudieron escapar el destino establecido por sus traficantes, conocidos como “Maroons” (Cimarrón en español), habían logrado sobrevivir en la semi-impenetrable jungla Guyanesa, conservando fielmente sus tradiciones africanas y evitando el contacto con el mundo “civilizado” que pretendía disponer de sus destinos.

LeVar supuso que necesitaban desarrollarse y encontrar un líder sabio que los condujera.

Aunque el heroísmo de estas comunidades en desafiar la autoridad blanca—como prueba viviente de una consciencia de esclavo que se resiste a ser manipulado por cómo es “definido” por el hombre blanco—merece una narración aparte y ser conocida por todos. Esta historia no es específicamente sobre los Maroons, sino sobre un muy común aspecto de la ignorancia, y su otra forma: el conocimiento pretendido.

La libertad que el prolongado aislamiento había dado a los Maroons no fue gratuito y sin consecuencias, las enfermedades, la reducción de recursos naturales de alimentación y el estancamiento amenazaban la continuidad de su existencia, y LeVar Burton decidió ayudarlos.

El mismo LeVar narra su emotiva experiencia de los primeros encuentros, entre los que una anécdota en particular fue la inspiración para esta nota.

El extraordinario arribo del moderno y civilizado negro afro-americano LeVar conmocionó la comunidad Maroon, que no descansaba en su interrogatorio sobre el pueblo, las costumbres y la geografía del lugar de donde él provenía, que en ese momento era la ciudad de Chicago. Un punto sumamente problemático—cuenta LeVar—fue la descripción del invierno en su ciudad: la nieve, y el agua helada en ríos y lagos.

Fue en este punto que su credibilidad se vio en peligro, ya que estas inocentes criaturas no podían asimilar algo tan extraño y tan incompatible con sus experiencias como el agua cristalizada por el frío.

Naturalmente, los ancianos de la tribu con toda su sabiduría tejieron cuanta especulación podían imaginar tratando de comprender, no como el agua podía solidificarse, sino porque este supuesto e inesperado benefactor con su mismo color de piel intentaba engañarlos con el cuento del agua "dura".

Eventualmente, con fotografías y con verdaderos trozos de hielo, LeVar pudo convencer a sus protegidos de la veracidad de sus descripciones e intenciones.

A través del tiempo yo he escuchado y leído una infinidad de explicaciones para justificar la resistencia a evidencias fácticas y al razonamiento crítico; me he encontrado con un profetizado hombre gris, el 3er. Caballero, pronósticos de revoluciones en gestación, verdades por revelaciones introspectivas, pseudo-científicos, bien intencionadas pero erróneas formulaciones karmáticas,  hasta donde ya no es posible avanzar más: la Fe.

La reacción de los ancianos Maroons frente a lo desconocido —como las de los actuales pseudos-científicos “negacionistas”— tiene un nombre: Disonancia cognoscitiva.

Quedar atrapado en las tinieblas de disonancias cognoscitivas es excusable en personas incomunicadas con el mundo en evolución y fuera del alcance de información como los Maroons; pero completamente inexcusable en individuos y sociedades que gozan de libertades y acceso total a los beneficios de la educación y el flujo constante y actualizado de información.


Estudiando este fenómeno, León Festinger explica la “teoría de disonancia cognoscitiva” en su libro “Cuando Fallan las Profecías” (1956). Festinger escribe:
 

“Un hombre bajo una convicción es difícil de cambiar. Dígale que usted difiere de él y le dará la espalda. Muéstrele los hechos o evidencias y él cuestionará sus fuentes. Apele entonces a la lógica y él no verá su punto.”

“Nosotros todos hemos experimentado la futilidad de intentar cambiar una convicción fuerte enraizada, sobre todo si la persona convencida tiene algunas inversiones en su creencia. Nosotros estamos familiarizados con la diversidad de ingeniosas defensas con que las personas protegen sus convicciones, tratando de mantenerlas indemne con los argumentos más inverosímiles”

“Pero el recurso de ese hombre va más allá que proteger simplemente una creencia” agrega Festinger, “Suponga usted que un individuo cree algo con todo su corazón; suponga además, que él tenga un compromiso con esta creencia, que él ya haya tomado acciones irrevocables debido a lo que cree; y finalmente, suponga que a él se le presenta evidencia inequívoca e innegable de que su creencia está equivocada: ¿Qué puede ocurrir? El individuo frecuentemente emergerá, no sólo inalterado, sino más convencido aun de la verdad en sus creencias. De hecho, él hasta puede mostrar un fervor renovado e incluso tratar de convencer y convertir a otras personas sobre su punto de vista.”

Para nada placentera, la disonancia cognoscitiva es la ansiedad que se produce cuando aparecen evidencias contrarias a lo que se cree, lo que se decide, o lo que se hace.

La gente tiende a reaccionar inconscientemente para reducir tal disonancia y recuperar su equilibrio. Investigaciones recientes demuestran que la disonancia puede ser un obstáculo serio para tomar decisiones correctas, ya que se produce un mecanismo curioso: el que la padece se aferra a su primera decisión y elude, minimiza o manipula todo lo que la niega, para reducir el conflicto interno y su disonancia. ¿O ustedes nunca han visto con cuanto ardor se resisten algunas evidencias lógicas e históricas?

En “Porque Fracasan los Ejecutivos Inteligentes”, Sydney Finkelstein describe los “negocios zombies”, esas empresas que fracasan porque sistemáticamente evitar asimilar toda información que contradiga su visión de la realidad. ¡Por eso fracasó Coca Cola cuando creó la Nueva Coca! Y por eso fracasaron Apple con la The Apple Newton; y Kodak, y Polaroid…

Así es como individuos, organizaciones, y hasta naciones enteras, encuentran gratificaciones ilusorias y temporarias.

El mecanismo de escape tiene también un nombre: “disponibilidad heurística”, un sesgo de apreciación que confunde lo probable con lo imaginable.

Yo imagino la frustración de Levar frente a la resistencia de quienes él eligió para compartir su buena fortuna y sus experiencias; y al mismo tiempo, admiro su tolerante persistencia.

Con toda su buena voluntad y esfuerzo, LeVar Burton fracaso en su empeño.  Ellos no necesitaban conocimientos nuevos o de afuera, ni más sabiduría que la de divinidad de Nyancompong y los espíritus de sus ancestros siempre disponibles para ayudarlos y protegerlos.

Yo tampoco encontré nuestro hombre sabio.  Diría que podríamos quedar hamacándonos en la quejumbrosa conformidad de nuestra apatía enmascarada en una delgada pretensión de sabiduría.



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