Tuesday, May 26, 2015

Lo Natural y lo Artificial (O el Caso que Nada es Artificial)



 
En nuestro lenguaje coloquial, especialmente hablando de medicinas y alimentación, es muy común referirnos a lo “natural” y lo “artificial” como si fueran cosas diferentes y antagónicas.
 
Para clarificar y establecer el contexto inequívoco para todo lo que viene de estas reflexiones, me obligo a repasar la historia de lo que se significa con el término “artificial”, de uso relativamente reciente en nuestro lenguaje.  

Etimológicamente, “artificial” no significa anti-natural como a menudo se interpreta, sino que significa “del, o, perteneciente al arte”, donde “arte” es la habilidad o destreza resultante del aprendizaje y la práctica.  Hoy sin embargo, usamos “artificial” para indicar la anti-naturalidad, mala calidad, ineficacia, o falsedad de algo.  En contraste, todo lo natural es bueno, como en la sentencia de su creador: “Y vio Dios todo lo que había hecho, y he aquí que era bueno en gran manera.” (Génesis 1:31)


Pero en tiempos antiguos, lo “artificial” era considerado mejor que lo “natural”. Comer carne cocinada al fuego era mejor que comerla cruda, y comer pan era mejor que mascar semillas de trigo.  Vivir en una choza era mejor que vivir en una cueva; una espada mejor que un garrote; y el lino y la seda eran mucho mejor que hojas de higuera o cueros de oso mal curtido.

Durante los últimos 300 años, el término “artificial” ha ido cambiando su significado para significar “hecho por el hombre”, “contra la naturaleza divinamente creada”,  “falso”, “barato”, “perjudicial”, “anti-natural”… acelerado por las tendencias al “naturismo”,  los “alimentos orgánicos”, y  las abusivas licencias lingüísticas de publicistas y mercadólogos.

De a poco, se nos ha ido condicionando a creer que un tomate “orgánico” cultivado bajo control Divino, es mejor que uno cultivado con fertilizantes, y que un par de sandalias huichol son mejores que un par de zapatillas Nike.  ¿Qué es mejor:  una dosis de vacuna Salk “artificial” contra la poliomielitis hecha por el hombre con  poliovirus inactivados… o una infección directa del poliovirus “natural” aparecido en el Sexto Día de la Creación? 

Esta visión ignora dos inevitables realidades: primero, que mientras muchas sustancias divinamente “naturales” son perjudiciales y hasta letales, otras tantas sustancias “artificiales” son beneficiosas, o hechas beneficiosas por la mano del hombre. Y segundo, que en virtud de ser parte de la Naturaleza, todo, absolutamente todo lo creado y construido por el ser humano, es tan natural como un nido de hornero, una torre de termitas spinifex, las varillas usadas por algunos chimpancés para cazar hormigas, o el látex del siringa (Hevea brasiliensis) con el que los aztecas construían  las pelotas de ulama. 


Hay una contradicción ocultada por inconveniente en el pensamiento de quienes, mientras  “aman la Naturaleza” y su Creador, denigran las “artificialidades” con las que el hombre arruina el mundo natural.  Tal contradicción se oculta bajo el uso indebido del lenguaje, con palabras que sugieren que las creaciones humanas no son parte de la Naturaleza.  Así se puede expresar desprecio por un dique construido por el hombre y admiración por uno construido por castores, en un marco de flagrante falacia naturalista. 

El verdadero problema de este artificioso dilema de lo natural vs lo artificial, es cuando el fanatismo y la ausencia de pensamiento crítico lo lleva a los extremos haciendo de lo simple y controlable algo incomprensible y peligroso.

Confío en que todos convendrán que el hombre no es perfecto, y que sus obras no son perfectas. Personalmente, me inclino además a creer—hasta encontrar evidencias que demuestren lo contrario—que la Naturaleza de la que todos somos parte, tampoco es perfecta, ni tan buena como lo manifiesta su pretendido “inteligente” Creador.
   


“Padecemos —Escribió Baruch Spinoza— en la medida en que somos una parte
de la naturaleza que no puede concebirse por sí sola, sin las demás partes.” (…) “es imposible  que el hombre no sea una parte de la naturaleza, y que no pueda sufrir otros cambios que los inteligibles en virtud de su sola naturaleza, y de los cuales sea causa adecuada.”      --B. Spinoza: Ética, IV, , IV, 2 , p. 291, IV, 4, p. 292

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